Fue el 6 de abril del 2006. Sólo pongo dos preguntas.
Santo Padre, soy Anna, tengo 19 años; estudio literatura y pertenezco a la parroquia de
Uno de los principales problemas que debemos afrontar es el afectivo. A menudo tenemos dificultad para amar, porque es fácil confundir amor con egoísmo, sobre todo hoy, donde gran parte de los medios de comunicación social nos imponen una visión individualista, secularizada, de la sexualidad; donde todo parece lícito y todo se permite en nombre de la libertad y de la conciencia de las personas. La familia fundada en el matrimonio parece ya prácticamente una invención de
Para mí es muy hermoso constatar que ya en las primeras páginas de la sagrada Escritura, inmediatamente después del relato de la creación del hombre, encontramos la definición del amor y del matrimonio. El autor sagrado nos dice: "El hombre abandonará a su padre y a su madre, seguirá a su mujer y ambos serán una sola carne", una única existencia. Estamos al inicio y ya se nos da una profecía de lo que es el matrimonio; y esta definición permanece idéntica también en el Nuevo Testamento. El matrimonio es este seguir al otro en el amor y así llegar a ser una sola existencia, una sola carne, y por eso inseparables; una nueva existencia que nace de esta comunión de amor, que une y así también crea futuro.
Los teólogos medievales, interpretando esta afirmación que se encuentra al inicio de la sagrada Escritura, decían que el matrimonio fue el primero de los siete sacramentos en ser instituido por Dios, dado que lo instituyó ya en el momento de la creación, en el Paraíso, al inicio de la historia, y antes de toda historia humana. Es un sacramento del Creador del universo; por tanto, ha sido inscrito precisamente en el ser humano mismo, que está orientado hacia este camino, en el que el hombre deja a sus padres y se une a su mujer para formar una sola carne, para que los dos lleguen a ser una sola existencia.
Por tanto, el sacramento del matrimonio no es una invención de
Es verdad que el hombre cayó y fue expulsado del Paraíso o, por decirlo de otra forma, con palabras más modernas, es verdad que todas las culturas están contaminadas por el pecado, por los errores del hombre en su historia, y así queda oscurecido el plan inicial inscrito en nuestra naturaleza. De hecho, en las culturas humanas hallamos este oscurecimiento del plan original de Dios. Sin embargo, al mismo tiempo, observando las culturas, toda la historia cultural de la humanidad, constatamos también que el hombre nunca ha podido olvidar del todo este plan inscrito en lo más profundo de su ser. En cierto sentido, siempre ha sabido que las demás formas de relación entre el hombre y la mujer no correspondían realmente al plan original sobre su ser. De este modo, vemos cómo las culturas, sobre todo las grandes culturas, siempre de nuevo se orientan hacia esta realidad, la monogamia, el ser hombre y mujer una carne sola. Así en la fidelidad puede crecer una nueva generación, puede continuarse una tradición cultural, renovándose y realizando, en la continuidad, un auténtico progreso.
El Señor, que habló de esto mediante la voz de los profetas de Israel, aludiendo a la concesión del divorcio por parte de Moisés, dijo: "Moisés os lo concedió "por la dureza de vuestro corazón"". El corazón después del pecado "se endureció", pero este no era el plan del Creador; y los profetas, cada vez con mayor claridad, insistieron en ese plan originario. Para renovar al hombre, el Señor, aludiendo a esas voces proféticas que siempre guiaron a Israel hacia la claridad de la monogamia, reconoció con Ezequiel que, para vivir esta vocación, necesitamos un corazón nuevo; en vez del corazón de piedra -como dice Ezequiel- necesitamos un corazón de carne, un corazón realmente humano.
Y en el bautismo, mediante la fe, el Señor "implanta" en nosotros este corazón nuevo. No es un trasplante físico, pero tal vez precisamente esta comparación nos puede servir: después de un trasplante el organismo necesita cuidados, necesita recibir las medicinas necesarias para poder vivir con el nuevo corazón, de forma que llegue a ser "su corazón" y no "el corazón de otro". En este "trasplante" espiritual, en el que el Señor nos implanta un corazón nuevo, un corazón abierto al Creador, a la vocación de Dios, para poder vivir con este corazón nuevo hacen falta cuidados adecuados, hay que recurrir a las medicinas oportunas para que el nuevo corazón llegue a ser realmente "nuestro corazón". Viviendo así en la comunión con Cristo, con su Iglesia, el nuevo corazón llega a ser realmente "nuestro corazón" y se hace posible el matrimonio. El amor exclusivo entre un hombre y una mujer, la vida en común de dos personas tal como la diseñó el Creador resulta posible, aunque el ambiente de nuestro mundo la haga tan difícil que parezca imposible.
El Señor nos da un corazón nuevo y nosotros debemos vivir con este corazón nuevo, usando la terapias convenientes para que sea realmente "nuestro". Así es como vivimos lo que el Creador nos ha dado y esto crea una vida verdaderamente feliz. De hecho, podemos verlo también en este mundo, a pesar de tantos otros modelos de vida: hay muchas familias cristianas que viven con fidelidad y alegría la vida y el amor indicados por el Creador; así crece una nueva humanidad.
Por último, quisiera añadir: todos sabemos que para llegar a una meta en el deporte y en la profesión hacen falta disciplina y renuncias, pero todo eso contribuye al éxito, ayuda a alcanzar la meta que se buscaba. Así, también la vida misma, es decir, el llegar a ser hombres según el plan de Jesús, exige renuncias; pero esas renuncias no son algo negativo; al contrario, ayudan a vivir como hombres con un corazón nuevo, a vivir una vida verdaderamente humana y feliz.
Santidad, me llamo Vittorio; soy de la parroquia de San Juan Bosco en Cinecittà; tengo 20 años y estudio ciencias de la educación en la universidad de Tor Vergata.
En ese mismo Mensaje nos invita a no tener miedo de responder con generosidad al Señor, especialmente cuando propone seguirlo en la vida consagrada o en la vida sacerdotal. Nos dice que no tengamos miedo, que nos fiemos de él y que no quedaremos defraudados. Estoy convencido de que muchos de los que estamos aquí, y muchos de los que nos siguen desde su casa a través de la televisión, están pensando en seguir a Jesús por un camino de especial consagración, pero no siempre es fácil descubrir si ese es el camino correcto. ¿Nos quiere decir cómo descubrió usted cuál era su vocación? ¿Puede darnos consejos para comprender mejor si el Señor nos llama a seguirlo en la vida consagrada o sacerdotal? Muchas gracias.
Pero precisamente al escuchar esas "fuertes" voces, ante la brutalidad de aquel sistema tan inhumano, comprendí que, por el contrario, había una gran necesidad de sacerdotes. Este contraste, el ver aquella cultura antihumana, me confirmó en la convicción de que el Señor, el Evangelio, la fe, nos indicaban el camino correcto y nosotros debíamos esforzarnos por lograr que sobreviviera ese camino.
En esa situación, la vocación al sacerdocio creció casi naturalmente junto conmigo y sin grandes acontecimientos de conversión. Además, en este camino me ayudaron dos cosas: ya desde mi adolescencia, con la ayuda de mis padres y del párroco, descubrí la belleza de la liturgia y siempre la he amado, porque sentía que en ella se nos presenta la belleza divina y se abre ante nosotros el cielo. El segundo elemento fue el descubrimiento de la belleza del conocer, el conocer a Dios, la sagrada Escritura, gracias a la cual es posible introducirse en la gran aventura del diálogo con Dios que es la teología. Así, fue una alegría entrar en este trabajo milenario de la teología, en esta celebración de la liturgia, en la que Dios está con nosotros y hace fiesta juntamente con nosotros.
Como es natural, no faltaron dificultades. Me preguntaba si tenía realmente la capacidad de vivir durante toda mi vida el celibato. Al ser un hombre de formación teórica y no práctica, sabía también que no basta amar la teología para ser un buen sacerdote, sino que es necesario estar siempre disponible con respecto a los jóvenes, a los ancianos, a los enfermos, a los pobres; es necesario ser sencillos con los sencillos. La teología es hermosa, pero también es necesaria la sencillez de la palabra y de la vida cristiana. Así pues, me preguntaba: ¿seré capaz de vivir todo esto y no ser unilateral, sólo un teólogo? Pero el Señor me ayudó; y me ayudó, sobre todo, la compañía de los amigos, de buenos sacerdotes y maestros.
Volviendo a la pregunta, pienso que es importante estar atentos a los gestos del Señor en nuestro camino. Él nos habla a través de acontecimientos, a través de personas, a través de encuentros; y es preciso estar atentos a todo esto. Luego, segundo punto, entrar realmente en amistad con Jesús, en una relación personal con él; no debemos limitarnos a saber quién es Jesús a través de los demás o de los libros, sino que debemos vivir una relación cada vez más profunda de amistad personal con él, en la que podemos comenzar a descubrir lo que él nos pide.
Luego, debo prestar atención a lo que soy, a mis posibilidades: por una parte, valentía; y, por otra, humildad, confianza y apertura, también con la ayuda de los amigos, de la autoridad de
No comments:
Post a Comment